21 de octubre de 2009

De Carlota


Alfredo se llamaba. Y olía al pan que se cocía en su tahona. Existió un pajar donde su boca me pareció la más cálida en un pueblo que nunca fue el mío. Siempre he habitado aldeas prestadas. Todo estaba por hacer entonces. Y mis oídos se llenaban de las voces de mis abuelas, mis tías, mi madre. Desconocedores, aún, del vacío al que estaban abocados. Hay espíritus viejos que ya lo sabían. Y que hoy caminan por la calle con la sonrisa serena del que sabe vivir a golpe de momentos
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Este escrito tan emocionante para mi lo he copiado del blog de mi querida
Carlota, sobrina y amiga en muchos momentos

1 comentario:

carlota dijo...

Jolín, vaya sorpresa. Muchas gracias y me alegro que te guste.
Besitos

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